La fuerza del fútbol

Manucho es el mayor estímulo en la vida de un niño con parálisis cerebral

Tiene doce años, aunque su edad mental es la de un niño de cuatro o cinco. La parálisis mental provocada por un parto complicado es solo uno de sus problemas, porque Jorge Briz Morgado (Valladolid, 2001) sobrelleva también una de esas enfermedades raras (histiocitosis X, resume su padre)que tienen en vilo a su entorno familiar.

El diagnóstico más dramático se lo dio la doctora López Ibor: «Vivid el día a día del niño como si fuera el último» les dijo la especialista. «Y desde entonces, mi mujer ni le compraba ropa para el verano, por si no llegaba», dice Jorge Briz, su padre.

Esto sucedió en febrero de 2002. La emoción ha hecho callo, de forma que sus padres hablan con naturalidad de una situación que todavía podía empeorar. Y así ha sido.

Entre 2002 y 2011 Jorge recibió sesiones de quimioterapia. «Terminó el 8 de septiembre» puntualiza Ana, su madre. Hasta tal punto han asumido la fragilidad de la salud de su hijo que cada hito en su enfermedad, cada cambio de tratamiento, tiene una fecha indeleble en su memoria.

La quimioterapia y los corticoides dejaron una nueva secuela en el cuerpo de Jorge. «Tiene los huesos como los de un anciano». Es su padre quien describe con sorprendente naturalidad la situación del pequeño.

Esa es la razón por la que acude semanalmente al centro que la Asociación de Escoliosis de Castilla y León (Adecyl) tiene en Arroyo, donde ayer recibió una sesión especial: la visita de su ídolo, que le mantuvo nervioso, sonriente y hasta locuaz con su ininteligible jerga.

Manucho, la motivación

Los padres de Jorge no solo han revuelto Roma con Santiago para buscar la mejor atención médica para su hijo. También buscaron motivaciones para que un niño con tantas limitaciones tuviera algún estímulo que le ayudara a superar el calvario de una vida cada vez más limitada. Las secuelas de la medicación, además, le instalaron en una silla de ruedas de la que el niño no quería apearse.

El traslado de la familia desde Madrid, donde trabajaban, a su ciudad de origen, fue un acierto. La afición al fútbol del padre y el abuelo de Jorge terminó por lograr el milagro.

Quizás porque es diferente, fácil de identificar, talludo y la secuencia vocálica de su nombre es accesible para Jorge, el delantero angoleño se convirtió en el mejor tratamiento para el niño.

Sus padres se dieron cuenta del filón y utilizaron la invocación al futbolista para que Jorge renunciara a su abatimiento y superara su abulia.

«Si dejas la silla de ruedas, vamos al fútbol a ver a Manucho». Y hacía el esfuerzo de abandonar la silla y se acostumbró a desenvolverse sin ella.

Pero el estímulo era demasiado potente, casi tanto como algunos fármacos, para no usarlo más a menudo. Y, bien dosificado, sus padres consiguen que Jorge coma o se esfuerce en sus tareas bajo la invocación de Manucho.

Y, cada quince días, o cuando el calendario así lo determina, al fútbol. Con su padre y con su abuelo. Una mentira piadosa –«En el campo no se puede entrar con silla de ruedas» le decía su padre– contribuyó a que Jorge volviera a manejarse sin ayuda.

Manucho –sigue sin determinarse la base científica de su efectividad terapeútica– seguía siendo la razón por la que Jorge se esforzaba en salir adelante.

Y ayer, las artes de Amelia Muñoz, directora de Adecyl, y de Rafael Ramos, jefe del equipo médico del Real Valladolid y colaborador de la asociación, llevaron a Manucho al centro de rehabilitación donde estaba Jorge. Nervios, sorpresa, una actividad poco común del niño, risas y alguna lágrima rodearon el encuentro.

Link: http://realvalladolid.elnortedecastilla.es/noticias/2013-10-18/fuerza-futbol-201310180958.html

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