Alberto Marcos "Mi vida ha sido el Real Valladolid"

Aprendió los códigos del fútbol cuando Iván Zamorano se afilaba los tacos en sus tobillos durante los entrenamientos, tratando de achicar al nene que acababa de subir al primer equipo. El mismo tipo que le amenazaba casi con cortar su carrera si se ponía por delante luego, contra un rival, era capaz de defenderle a dentelladas. A Alberto Marcos (Camarma de Esteruelas, Madrid, 1974), aquello se le grabó en la cabeza y lo utilizó en beneficio de su Real Valladolid durante quince temporadas. Porque el Real Valladolid es suyo, es parte de él, y así lo siente. Lo creía cuando jugaba y lo sigue creyendo ahora, cuando aprende desde un despacho otros códigos diferentes, los que se mueven en los bastidores del teatrillo futbolístico.

-Se hace raro entrevistarle en un despacho. Se le ve un poco fuera de su sitio.

-Mira, me siento aquí para hablar contigo... (Señala la mesa redonda y mira de reojo a la que preside el despacho, con su sillón, una enorme foto del estadio en la pared y montones de papeles). ¿Qué quieres que te cuente?

-¿Qué ha supuesto este cambio de escenario, del césped a la moqueta?

-Mucho más compromiso con la entidad. Porque hay demasiadas cosas que no solo te repercuten a ti, sino a la entidad. Cuando el 'presi' me lo dice yo todavía estoy en activo y cierro los ojos. Me voy de cabeza sin pensármelo nada.Quizá la que más se lo pensó fue mi mujer, porque en Huesca estábamos muy a gusto, nos trataron muy bien, y quería disfrutar un poco más de aquello. Pero mi vida ha sido el Valladolid. Cuando me hablan del Real Madrid está claro que le tengo que agradecerle cosas, pero ni una quinta parte de lo que le debo al Real Valladolid. Me ha formado como jugador, como profesional, como persona. Y cuando me lo dice Carlos Suárez pues... Me hace una ilusión tremenda. El cambio no lo noté mucho en los primeros momentos porque en mi última etapa como jugador me achacaban que estaba más en las oficinas que en el campo. No sé si por compromiso, por confianza o por jerarquía, pero conocía cosas internas que un jugador normal no conocía. Eso me ha beneficiado en muchas cosas y en otras me ha perjudicado. Para estar aquí ahora puede haberme beneficiado. Se me achacó falta de experiencia, pero creo que el año pasado hemos pasado una prueba de fuego... ¡Buf! -resopla por dos veces- No solo yo, la entidad como tal. Se pasaron auténticas penurias, y si alguien tenía dudas de si la institución iba a solventar esos problemas, la respuesta está ahí. Y ahí no vale experiencia o inexperiencia, tienes que juntarte con los tuyos y ser lo más fuerte posible.

-Eso de levantarse, venir al estadio y no entrenar, ¿cómo lo pasó?
-Es chocante. Yo los primeros días venía, aparcaba en el túnel, entraba en el vestíbulo y decía 'eh, que no es por aquí, que es para arriba'. Luego te haces aquí. Sí que es verdad que cuando los ves correr te da cosa, porque son tantos y tantos años que has estado ahí... Pero lo tenía claro. Si en el último año mi misión era otra, no solo aportar todo lo que pudiera como jugador, sino a nivel externo, ahora lo tengo clarísimo. Por mi cabeza rondan mil pensamientos. Hay un día en el que le digo a mi mujer «no sé si voy a saber definir, si voy a saber acertar de lleno en jugadores que puedan interesar al Valladolid». Porque cuando no tienes la responsabilidad es fácil hablar, dices «ese es un fenómeno». Pero cuando la responsabilidad cae en tus manos... Y ella me dice, «¿pero niño, eres tonto?». Porque una persona normal ve un partido y muchas cosas se le escapan, porque es normal. Nosotros vemos muchas más cosas. Y según va pasando el tiempo empiezo a autoconvencerme. Luego puedes acertar o no. Pero creo que la gente que está aquí está capacitada para ello.

-¿Y el mono de partido, cuando ve fallar al lateral izquierdo le dan ganas de decirle 'quita, anda, que ya lo hago yo'?

-No, porque tenemos la gran suerte de contar con los veteranos del Real Valladolid, que son un equipazo y es muy agradable volver a vestir la camiseta. Sí que me da coraje y ganas de saltar al verde cuando veo que mis jugadores reciben alguna patada y son tan nobles... Cuando veo algún perro viejo que les está metiendo... Ahí sí que me gustaría estar ahí dentro, para poder defenderles. Para decir '¿pero no lo estás viendo?'. Se lo digo a los centrales con los atacantes. Javi Guerra no puede entrar en conflictos, tiene que estar al cien por cien pensando en cómo hacer gol. Pero los centrales tienen que proteger a los suyos, son la línea acorazada que tiene que defender a los demás. Decir 'cuidado con mi compañero'. Con Víctor, cuando le daban una patada me dolía más a mí que las que me daban a mí. Y le decía 'Chingu, sal de ahí'. Y ya iba yo. Ahí me da coraje, como en Portugal este verano, en Paços de Ferreira, que tenían un lateral derecho que soltó dos o tres tortazos a uno de los nuestros y yo decía 'madre mía, por favor'. Me da coraje, ganas de poder ayudarles y decir 'aquí vamos al frente y a las que toquemos'.

-Pero eso no se gana con la edad ni se aprende, se tiene o no se tiene. Quizá se agudice con la responsabilidad, pero se tiene. No se imagina uno a Álvaro Rubio metido en esos fregados.

-Álvaro Rubio no tiene ese carácter, pero a día de hoy ya va al árbitro y le dice esto, esto y esto. O si alguno le da una patada mal dada ya va y le dice 'eh, ¿qué pasa?'. A lo mejor alguno tarda más por su carácter. Yo he sido bravucón siempre y así me ha pasado, que me han dado en todos los morros. Pero en esas cosas sí que se mejora. No tienes que ser malo, ni mucho menos. No hay que ir a dar una patada por darla, pero tampoco dejar que te las den. El Valladolid nunca ha sido marrullero, pero tampoco se ha dejado pisar. Eso es lo que intento transmitir.

-Pero es difícil encontrar gente con esa vena.

-Pero no es ser marrullero. Es que te da una patada el equipo contrario y a lo mejor tienen que ir cuatro o cinco compañeros y que vean que estamos ahí. Que vean que nos está molestando, y que estamos defendiendo a nuestro compañero. Que nadie nos pisa. Que nadie nos chulea. Que sean un equipo, como lo están siendo.

-Ese carácter usted lo ha tenido siempre y le ha traído problemas algunas veces. ¿Se arrepiente de algo en ese sentido?

-De nada. Yo quiero que todo se centre en mí para quitar responsabilidad a la gente, y si los golpes vienen para mí, misión cumplida. Si puedo eliminar tensiones a los compañeros y que caigan sobre mí porque en ese momento me veo fuerte, perfecto.

-¿Y no cree que eso le ha podido costar, por ejemplo, que siendo un futbolista que ha estado aquí 15 temporadas haya aficionados que le puedan guardar un cierto resquemor?

-Me siento más que querido por la afición del Real Valladolid. Si me he equivocado y me han criticado ha sido con criterio. Raúl ha estado 15 años en el Madrid y ya nadie habla de él. No busco el elogio personal y que me pongan una estatua, busco el bien del Valladolid. Nunca he buscado el protagonismo, me ha gustado el segundo plano. Era el capitán, y tenía que dar la cara y hacer cosas que entendía que eran buenas para el Valladolid. Que me haya equivocado o haya acertado, eso es otra cosa.

-No ha tenido ningún problema a la hora de ir de cara con jugadores, directivas o periodistas.

-Lo que he intentado es ser yo en todo momento. He metido la pata cien millones de veces, pero he sido yo siempre. Para lo bueno y para lo malo. Me puedo arrepentir de mil errores que haya podido cometer, pero siempre ha sido con la mejor intención. Si he tenido que decir las cosas arriba cuando he sido jugador, las he dicho. De jugador, lo que dije fuera lo dije dentro.

-¿Y cuando vio, como el año del último descenso, algún jugador que pasa de todo, que no le importa que esto se hunda o no, se sintió solo?

-Ese año me equivoco. Me equivoco y mucho. Es verdad que al final quiero hacer ciertas cosas pensando psicológicamente y tal, pero me equivoco en no haber sido yo al cien por cien. Si soy yo al cien por cien tenemos problemas. Y no quería que los hubiera. Quería irlo tapando y al final es una bomba que me salta en las manos. Si soy yo desde el primer momento a lo mejor lo corto y luego, que pase lo que pase. Si me tengo que ir fuera, voy. No tenía ningún miedo. Pero por miedo a agravar la situación, me voy callando. Me equivoco.

-Pero no deja de ser usted un jugador más.

-Pero no solo un jugador. Porque a lo mejor los demás que había no tenían ese carácter, pero si yo voy, los demás vienen conmigo.

-Y desde dentro, ¿se da cuenta enseguida de que ese barco se hunde?

-Me doy cuenta de que hay que buscar un clic para que el jugador reaccione. Estábamos con Mendi que fíjate tú, lo daba todo. Pasa Onésimo y al final llega un entrenador que sin hacer nada parece que nos salvamos. No voy a menospreciar al último que vino, pero no fue cuestión del entrenador, fue que los jugadores dijeron 'huy, que estamos en el precipicio'. Y entonces era tarde.

-¿Le preocupa que algo así pueda reproducirse en el equipo? Prevenir eso puede ser la clave.

-Siempre pongo el ejemplo del Atlético de Madrid, que descendió con un equipazo. Si no eres equipo es complicado, porque hasta los más grandes van a tener momentos malos, y en esos momentos la unión hace la fuerza. Es así. Nosotros no hemos tenido equipos con grandísimos jugadores como para hacer los años que hemos hecho, pero sí veíamos que mataban por el compañero. La unión, el respeto por el compañero y defender lo tuyo es primordial.

-¿Y a qué jugador ve ahora capaz de tener esos galones?

-No veo uno definido, pero sí veo que tienen grupos en los que se sienten orgullosos de estar juntos. Y casi me gusta más, porque al final, lo bueno y lo malo están repartidos. Que no caiga todo sobre Javi Baraja, por ejemplo. Tienen esos grupos en los que se sienten valorados, y eso es muy bonito. Prueba de ello es que juegan a lo mismo todos. Entre uno o salga otro. Eso es muy complicado, es mucho virtud del entrenador, pero el jugador tiene que poner de su parte. Los que podamos incorporar tienen que tener esa dinámica, y ahí sí que no podemos fallar.

-¿Ha aprendido en cabeza ajena que en este club los intentos de dar grandes saltos bruscos acaban en batacazos?

-Creo que el proyecto no tiene que ser a tres años. Sí con el entrenador, pero para el club tiene que ser mientras la entidad exista. Hay que poner los cimientos bien, que ya están, y a partir de aquí intentar crecer ladrillo a ladrillo. El Valladolid ha sido siempre eso y es lo que hay que conseguir.

-Es lo que mejor resultado ha dado, con Djukic, con Mendilibar y con Cantatore, por ejemplo.

-Eso está claro. El ir pasito a pasito, sobre una base sólida. Que venga el aire que venga no se lo pueda llevar.

-Cuando ha llegado a este despacho con una foto enorme del estadio...


-...Para ver algo verde (ríe).

-...había hablado ya con Caminero o García Calvo? ¿Le ha sorprendido algo de lo que ha visto?

-Está claro que es muchísimo más gratificante estar ahí abajo. De todas, todas. Me encanta ver jugadores e intentar ser exigente con nosotros mismos y poder definirlos. Antes no te dabas cuenta de muchas cosas. Sí, te parecía mejor o peor un jugador, pero ahora tienes que mirar muchas más cosas. Si tiene cualidades, si las tiene para estar en el Real Valladolid, que es lo más importante. Si está soltero o casado, si sale o no, si estudia... Somos tan específicos y tan selectivos que eso sí me gusta. Entran en una cosa que es como si fuera mía, y si van a entrar en mi burbuja es para respirar oxígeno puro, no para meter aire viciado. Y respecto a lo demás hay muchísimas cosas de las que no eras consciente. Lo peor, lidiar con la gente que te manda correos o vídeos que dices '¿pero qué me estás contando?'.


-La idea que transmite afuera es que es un mundillo en el que no te puedes fiar de la palabra de nadie. Y Alberto Marcos sí parece un hombre de palabra.

-Para esas cosas tengo al presidente, que sabe mucho más que yo.

-¿Pero hay mucho de eso?

-No me suelo fiar. Yo me fío de la palabra de un señor, de alguien a quien conozca al cien por cien. Porque las palabras se las lleva el viento. Gente que te dice '¿pero no te fías de mí?'. Sí, pero si se hace así, mejor, porque ya no respondo por mí, esto es una institución y no me la puedo saltar.

-¿Y a Marcos qué le ha dejado el fútbol aparte de muchos dolores?

-Pues hombre, los tobillos la verdad no los tengo muy bien... Me ha dejado tantas cosas buenas... Porque las malas las intento dejar aparte. Para mí todo es positivo. Tengo grandísimos compañeros y sobre todo me ha formado como persona y como profesional. En Valladolid he podido tener lo más grande de mi vida, que son mi mujer y mis hijos, que son de aquí, y me siento de Valladolid al cien por cien, como uno más. Y eso ha sido gracias al fútbol y al Real Valladolid.

Link: http://realvalladolid.elnortedecastilla.es/noticias/2012-09-22/alberto-marcos-vida-sido-201209221454.html

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