El Valladolid vence con buen fútbol 1-4 al Albacete

Solo las limitaciones deportivas de un Segunda B que, además, atraviesa por una situación económica e institucional muy delicada, rebaja la importancia de la victoria del Real Valladolid, ayer por la tarde, en el Carlos Belmonte.
A la fiesta goleadora se sumó Sastre, que salió en la segunda parte y reverdeció los laureles de la pasada temporada en el Bernabéu, con un remate inapelable. Culminaba, además, una jugada que inició él mismo por la izquierda, hilvanó Ebert y remató Guerra con un disparo que, tras despejar Dorronsoro, volvió a sus pies. Y no perdonó. Fusiló al portero albaceteño y el balón llegó a tocar el larguero antes de entrar.

Quique se reivindica

Pero ayer, en el Carlos Belmonte, Quique aprovechó también para reivindicarse. Bueno hizo honor a su nombre y tras colarse en el área retrasó sobre el joven delantero, que todavía arrastra las secuelas en su párpado del codazo que recibió en el partido del sábado frente al Elche. El recién ascendido del Promesas confirmó que está dispuesto a mantener la racha goleadora de la pasada temporada en el filial y mandó el balón al fondo de la red por debajo de las piernas del portero local. Antes, Sastre, perdonó la que hubiera sido su segunda diana.

La debilidad de un Albacete que apenas lleva dos semanas de pretemporada y sigue inmerso en graves problemas corporativos, desdibuja la victoria del Real Valladolid, cuyo primer balance positivo lo hicieron los propios aficionados del Albacete. Tanto en la grada, como en la sala de prensa, la opinión era unánime. El Valladolid es un equipo de Primera y da espectáculo.

Técnicamente fue la envidia de la grada. Físicamente, el Real Valladolid también demostró sus 26 días de trabajo. En Albacete se justificaban apelando al hecho de que el lunes hubo doble sesión de entrenamiento y ayer por la mañana, los de Sampedro tuvieron otra sesión de trabajo. Y, además, estaba el calor. «No es una disculpa, es un atenuante», decía el entrenador del Albacete.

Los de Juan Ignacio Martínez dejaron buen sabor de boca. A pesar del calor, la grada agradeció detalles de buen juego, la coordinación atrás, el control del centro del campo y las ráfagas ofensivas en las que participaron casi todos los delanteros.

Ebert, hiperactivo

Ebert, que aún tiene que afinar su puntería porque sigue tirando desde cualquier posición sin pensárselo demasiado, estuvo hiperactivo mientras Juan Ignacio le mantuvo en el campo. Tuvo claras oportunidades de aumentar su cuenta goleadora pero erró los disparos, probablemente por exceso de confianza.

Rukavina demostró una jornada más su calidad. Los jugadores del Albacete casi nunca pudieron con él.

Bergdich, que fue el único jugador del Real Valladolid que jugó los noventa minutos, puso un balón de oro en la cabeza de Valiente. Su remate salió rozando el palo, evitando que el marcador se abriera en el minuto 15. La presión del real Valladolid era tan clara y asfixiante que, dos minutos después, fue Guerra quien colocó el primer gol en el casillero del Pucela. Una merecida recompensa a un encuentro cuyo resultado se preveía.

Antes, el Albacete había intentado agradar a su afición con acierto. Carlos arrancó por la banda derecha y Calle estuvo a punto de rematar un pase de la muerte al que no llegó. Fue un espejismo, porque el Valladolid siguió mandando y solo el exceso de confianza impidió que terminara la primera parte con un resultado más abultado.

A falta de un minuto para concluir la primera parte, el fantasma que transitó por el Pinatar Arena el sábado pasado reapareció en el Carlos Belmonte. Un centro de Carlos, despejado por Rukavina que rebotó en Marc Valiente entró en la portería de Jaime. Mala suerte o exceso de confianza. El hecho es que la imbatibilidad que reclama Juan Inganacio Martínez a sus jugadores en estos partidos de pretemporada se fue de nuevo al traste.

Por fin terminó

Más de noventa minutos hubiera convertido el encuentro en un esperpento. Los jugadores estaban fatigados, la superioridad del Valladolid estaba demostrada y los cuatro goles eran una reta amable para concluir los diez días de concentración en tierras murcianas con la guinda de Albacete.

Para muestra, la penúltima jugada en un Carlos Belmonte cuyas gradas habían empezado a abandonar los aficionados del Albacete.

Manucho despeja un balón en el área del Valladolid. Lo hizo con un patadón a las nubes que él mismo remató de cabeza hacía el área defendida por Dorronsoro. No hubo peligro pero aquello empezaba aconvertirse en una pachanga. Y a pesar del tiempo perdido en los numerosos cambios realizados durante la segunda parte, Collado López se dio cuenta de que aquel espectaculo no daba para más y pito el final del encuentro.

Javí Guerra, al principio de la segunda parte había rematado en dos ocasiones y pudo haber marcado. Rueda apenas tuvo problemas en la zaga. Baraja cumplió. Álvaro Rubio tampoco sorprendió, sencillamente fue superior en su terreno.

Los cambios realizados por Juan Ignacio Martínez probablemente le han demostrado que tiene dos hombres solventes por demarcación.

Ayer en Albacete, con la excepción del lesionado Víctor Pérez, y Larsson que, aunque apareció como suplente en la lista facilitada por el servicio de prensa local no llegó a ponerse las botas, todos los jugadores, que han participado en la concentración, excepto el canterano Lolo que no saltó al campo en un encuentro más, demostraron que su estado de forma es bueno, que hay equipo y que, a falta de un central que sigue reclamando el entrenador, el Valladolid está preparado para recibir al Athletic.

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