Damián Recio había jugado en el Real Valladolid en los años 69 y 70 cuando el equipo deambulaba entre la Tercera y la Segunda División. Luego llegaría a ser alcalde de La Seca, pero antes puso a su pueblo de poco más de mil habitantes en lo más alto del fútbol español, ya que de sus calles y de sus vides no sólo salieron excelentes caldos blancos, también dos futbolistas que llegaron a debutar en Primera División en el Real Valladolid y de ahí a la internacionalidad. Y cada uno a su manera.
Eusebio Sacristán ya se había cansado de pegar el balón una y otra vez contra la tapia de la iglesia cuando Damián habló con Tejedor, por entonces entrenador del Juvenil, quien con motivo de un partido amistoso del equipo en Pedrajas de San Esteban le comentó que llevara al jugador al partido para verle y hacerle una prueba. Cuando Tejedor vio entrar a Eusebio en el vestuario, hizo un aparte con Recio y le dijo: “Mira Damián, a este chico te le llevas, le das bien de comer y me le traes otro año”. Recio, convencido, le dijo: “Tú ponlo en el campo y luego hablamos”. Así lo hizo, y fue salir al terreno de juego y Eusebio ya no lo abandonaría. Su firma por el Valladolid fue inminente, con un Tejedor sorprendido por el trato de balón de Eusebio y un Recio satisfecho de su ojo clínico.
A partir de ahí, una de las carreras más extensas en el fútbol nacional tras su debut el primer día del año 1984 en el campo del Betis. Y no sólo en el Valladolid. También en el Atlético de Madrid, Barcelona, Celta y vuelta al Valladolid para completar 19 temporadas, 15 veces internacional y 543 partidos en Primera. Una cifra a la que sólo pueden acceder los elegidos, unos pocos.
Una vez que Eusebio abrió la puerta que comunica La Seca con el Real Valladolid, Gregorio Fonseca, primo segundo de Damián, le dijo a este que él también quería hacer la prueba con el equipo blanquivioleta. Pero Recio, siguiendo con su buen criterio, aconsejó a Fonseca jugar un año más en los regionales de La Seca, que precisamente iba a entrenar el propio Damián y que al año siguiente, con más peso y cuerpo, darían el paso. Así fue.
El cartel que tenía Eusebio era excelente, así que a Fonseca todo el estamento del Valladolid estaba dispuesto a acogerlo con optimismo y más cuando Recio se dirigió a Ramón Martínez diciéndole: “Aquí te traigo otro; éste es mejor, incluso”. Al lado de la zanahoria, Damián enseñó también el palo a Goyo Fonseca: “Tienes un mes para probar y demostrar que vales; si no, a madrugar para comprar fruta y pescado con tu padre, que además tendrá que sacrificarse para traerte a entrenar”.
Fonseca comenzó con el Valladolid juvenil. El día que llegó, los veteranos le esperaban para la novatada. Patri y Juan Carlos le comentaron que Santi Llorente, el entrenador del equipo, lo primero que hacía a los nuevos era preguntar su talla de calzado para entregarles unas botas Adidas de primera categoría. Así que fue entrar al vestuario Santi Llorente y decir “A ver tú, Fonseca” y éste saltó: “Yo un 40”. En realidad, lo que Llorente preguntaba era su peso para controlar la pérdida después del entrenamiento como se hacía todos los días, así que cuando Goyo dijo lo del 40, las risas de todo el vestuario fueron a coro mientras Llorente decía: “¿Cómo que 40? Que no eres una bailarina”.
Su debut en el primer equipo el 5 de febrero de 1984, fue satisfactorio. Estaba antes de comenzar el partido en el campo de La Romareda, cuando un periodista radiofónico le preguntó alcachofa en mano qué es lo que pretendía hacer en su primera comparecencia. La verdad es que el equipo blanquivioleta pasaba por una racha negativa de cara a la portería contraria y las victorias se hacían largas. Fonseca le dijo: “Vamos a ganar y si puedo marcaré un gol”. El periodista se retiró con la idea de que acababa de entrevistar a un optimista o a un fanfarrón; sin embargo, a los diez minutos, Fonseca cumplía con su promesa y anotaba el 0-1 para su equipo.
No fue ésta sino una impresionante racha la que llevó al delantero centro a marcar en cuatro categorías en el mismo año. Una cifra difícil de igualar. Con el Juvenil División de Honor había goleado en todos los partidos jugados; ante el Zaragoza, su debut en Primera, un nuevo chicharro; con la selección Sub-18 nacional, nuevo tanto ante Francia que daba la clasificación a España. De vuelta a la División de honor, nuevos goles y, poco después mientras estaba realizando el servicio militar, dos partidos con el Valladolid en Tercera División con cinco nuevas dianas anotadas. De récord.
De Fonseca se recuerda el increíble gol ante el Athletic Club de chilena en el José Zorrilla a pase de Patri, otra tijereta frente al Burgos y un gol de espuela frente a la Real Sociedad. Sin embargo, el gol más importante fue frente a Inglaterra en el debut de Javier Clemente al mando de la selección española con el gol del triunfo en partido amistoso disputado en El Sardinero en 1992. Sería una de las cuatro participaciones de Fonseca con la camiseta internacional.
Fonseca vivió una excelente etapa en el Valladolid donde fue máximo realizador en las campañas 1990-91 y 91-92 con catorce tantos cada una. Los veteranos, entre ellos García Navajas, artífice de muchas de las bromas del vestuario, le protegían de los defensas rivales. En una ocasión el central procedente del Real Madrid de los Garcías se dirigió a su homólogo del Atlético Arteche para decirle: “¡Arteche, a ese no le pegues que tenemos que venderlo el próximo año, que si no no cobramos nosotros!”.
Su cercanía hizo que con los periodistas tuviera una buena afinidad. En una ocasión, un plumilla le hacía una entrevista en directo para luego despedirse con un: “Muchas gracias, Fernando Hierro”. Algo de parecido físico hay, pero no tanto.
Otro periodista vallisoletano, al parecer había tenido una noche más jarana de lo acostumbrado, así que llamó a Fonseca a eso de la una y media de la tarde. “Mira Goyo, ayer me dieron las tantas y no he ido al entrenamiento. ¿Me podrías decir en qué ha consistido?”. Y Fonseca le largó un: “Lo de siempre, ya sabes, calentamiento, estiramientos, unos tiros a puerta, alguna jugada ensayada y partidillo”, pensando que estaban en plan de coña ya que ese día, martes, el equipo había tenido descanso. Su sorpresa fue que el periodista luego contara en las ondas el mismo esquema de entrenamiento que él le había relatado. Casi le cuesta el despido.
De toda su carrera deportiva hay quien sólo se acuerda de Goyo Fonseca para encontrarle en la famosa fotografía en la que Míchel tocaba los genitales a Valderrama en el Estadio Santiago Bernabéu. Fonseca, que se encuentra a la derecha de ambos un poco más atrás, recuerda ese día en que el colombiano estaba realizando un buen fútbol y Míchel, con esa acción, pretendía desestabilizarle. Años después reconoce que hasta que no llegó a Valladolid y lo vio en televisión repetido no se dio cuenta realmente de lo que había ocurrido, sólo que él, que tenía un cierto grado de confianza con Míchel con el que había coincidido en la selección, le comentó: “Míchel, no seas maricón, deja de hacer el tonto y juega al fútbol”. “Menos mal que no se me entendió”, recuerda tiempo después, “porque la frase no podía venir más al pelo”.
Link: http://www.martiperarnau.com/magazine/historias/protagonistas/desde-la-seca-a-la-internacionalidad/
Eusebio Sacristán ya se había cansado de pegar el balón una y otra vez contra la tapia de la iglesia cuando Damián habló con Tejedor, por entonces entrenador del Juvenil, quien con motivo de un partido amistoso del equipo en Pedrajas de San Esteban le comentó que llevara al jugador al partido para verle y hacerle una prueba. Cuando Tejedor vio entrar a Eusebio en el vestuario, hizo un aparte con Recio y le dijo: “Mira Damián, a este chico te le llevas, le das bien de comer y me le traes otro año”. Recio, convencido, le dijo: “Tú ponlo en el campo y luego hablamos”. Así lo hizo, y fue salir al terreno de juego y Eusebio ya no lo abandonaría. Su firma por el Valladolid fue inminente, con un Tejedor sorprendido por el trato de balón de Eusebio y un Recio satisfecho de su ojo clínico.
A partir de ahí, una de las carreras más extensas en el fútbol nacional tras su debut el primer día del año 1984 en el campo del Betis. Y no sólo en el Valladolid. También en el Atlético de Madrid, Barcelona, Celta y vuelta al Valladolid para completar 19 temporadas, 15 veces internacional y 543 partidos en Primera. Una cifra a la que sólo pueden acceder los elegidos, unos pocos.
Una vez que Eusebio abrió la puerta que comunica La Seca con el Real Valladolid, Gregorio Fonseca, primo segundo de Damián, le dijo a este que él también quería hacer la prueba con el equipo blanquivioleta. Pero Recio, siguiendo con su buen criterio, aconsejó a Fonseca jugar un año más en los regionales de La Seca, que precisamente iba a entrenar el propio Damián y que al año siguiente, con más peso y cuerpo, darían el paso. Así fue.
El cartel que tenía Eusebio era excelente, así que a Fonseca todo el estamento del Valladolid estaba dispuesto a acogerlo con optimismo y más cuando Recio se dirigió a Ramón Martínez diciéndole: “Aquí te traigo otro; éste es mejor, incluso”. Al lado de la zanahoria, Damián enseñó también el palo a Goyo Fonseca: “Tienes un mes para probar y demostrar que vales; si no, a madrugar para comprar fruta y pescado con tu padre, que además tendrá que sacrificarse para traerte a entrenar”.
Fonseca comenzó con el Valladolid juvenil. El día que llegó, los veteranos le esperaban para la novatada. Patri y Juan Carlos le comentaron que Santi Llorente, el entrenador del equipo, lo primero que hacía a los nuevos era preguntar su talla de calzado para entregarles unas botas Adidas de primera categoría. Así que fue entrar al vestuario Santi Llorente y decir “A ver tú, Fonseca” y éste saltó: “Yo un 40”. En realidad, lo que Llorente preguntaba era su peso para controlar la pérdida después del entrenamiento como se hacía todos los días, así que cuando Goyo dijo lo del 40, las risas de todo el vestuario fueron a coro mientras Llorente decía: “¿Cómo que 40? Que no eres una bailarina”.
Su debut en el primer equipo el 5 de febrero de 1984, fue satisfactorio. Estaba antes de comenzar el partido en el campo de La Romareda, cuando un periodista radiofónico le preguntó alcachofa en mano qué es lo que pretendía hacer en su primera comparecencia. La verdad es que el equipo blanquivioleta pasaba por una racha negativa de cara a la portería contraria y las victorias se hacían largas. Fonseca le dijo: “Vamos a ganar y si puedo marcaré un gol”. El periodista se retiró con la idea de que acababa de entrevistar a un optimista o a un fanfarrón; sin embargo, a los diez minutos, Fonseca cumplía con su promesa y anotaba el 0-1 para su equipo.
No fue ésta sino una impresionante racha la que llevó al delantero centro a marcar en cuatro categorías en el mismo año. Una cifra difícil de igualar. Con el Juvenil División de Honor había goleado en todos los partidos jugados; ante el Zaragoza, su debut en Primera, un nuevo chicharro; con la selección Sub-18 nacional, nuevo tanto ante Francia que daba la clasificación a España. De vuelta a la División de honor, nuevos goles y, poco después mientras estaba realizando el servicio militar, dos partidos con el Valladolid en Tercera División con cinco nuevas dianas anotadas. De récord.
De Fonseca se recuerda el increíble gol ante el Athletic Club de chilena en el José Zorrilla a pase de Patri, otra tijereta frente al Burgos y un gol de espuela frente a la Real Sociedad. Sin embargo, el gol más importante fue frente a Inglaterra en el debut de Javier Clemente al mando de la selección española con el gol del triunfo en partido amistoso disputado en El Sardinero en 1992. Sería una de las cuatro participaciones de Fonseca con la camiseta internacional.
Fonseca vivió una excelente etapa en el Valladolid donde fue máximo realizador en las campañas 1990-91 y 91-92 con catorce tantos cada una. Los veteranos, entre ellos García Navajas, artífice de muchas de las bromas del vestuario, le protegían de los defensas rivales. En una ocasión el central procedente del Real Madrid de los Garcías se dirigió a su homólogo del Atlético Arteche para decirle: “¡Arteche, a ese no le pegues que tenemos que venderlo el próximo año, que si no no cobramos nosotros!”.
Su cercanía hizo que con los periodistas tuviera una buena afinidad. En una ocasión, un plumilla le hacía una entrevista en directo para luego despedirse con un: “Muchas gracias, Fernando Hierro”. Algo de parecido físico hay, pero no tanto.
Otro periodista vallisoletano, al parecer había tenido una noche más jarana de lo acostumbrado, así que llamó a Fonseca a eso de la una y media de la tarde. “Mira Goyo, ayer me dieron las tantas y no he ido al entrenamiento. ¿Me podrías decir en qué ha consistido?”. Y Fonseca le largó un: “Lo de siempre, ya sabes, calentamiento, estiramientos, unos tiros a puerta, alguna jugada ensayada y partidillo”, pensando que estaban en plan de coña ya que ese día, martes, el equipo había tenido descanso. Su sorpresa fue que el periodista luego contara en las ondas el mismo esquema de entrenamiento que él le había relatado. Casi le cuesta el despido.
De toda su carrera deportiva hay quien sólo se acuerda de Goyo Fonseca para encontrarle en la famosa fotografía en la que Míchel tocaba los genitales a Valderrama en el Estadio Santiago Bernabéu. Fonseca, que se encuentra a la derecha de ambos un poco más atrás, recuerda ese día en que el colombiano estaba realizando un buen fútbol y Míchel, con esa acción, pretendía desestabilizarle. Años después reconoce que hasta que no llegó a Valladolid y lo vio en televisión repetido no se dio cuenta realmente de lo que había ocurrido, sólo que él, que tenía un cierto grado de confianza con Míchel con el que había coincidido en la selección, le comentó: “Míchel, no seas maricón, deja de hacer el tonto y juega al fútbol”. “Menos mal que no se me entendió”, recuerda tiempo después, “porque la frase no podía venir más al pelo”.
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